Mi deseo para el Día de las Madres

Hacía ya mucho tiempo que no lloraba en la madrugada, no recordaba lo que se sentía que se llenen tanto tus ojos de lágrimas y boca arriba escurran hasta tus orejas y cabello hasta fundirse en tu almohada. Mis lágrimas de hoy en la madrugada fueron de tristeza y alegría. Soñe con mi mamá.

Ella regresaba,  yo y mi papá sorprendidos nos alegramos mucho, nos dijo que solo venía por un tiempo, hicimos todas las cosas como antes: nos dio de desayunar, fue al centro Sai, habló mucho por teléfono (jaja), cocinaba, leía… Luego, yo y mi papá nos fuimos a trabajar y ya cuando iba a salir del trabajo mejor le marqué a mi papá y le pregunté que si como antes mi mamá iba a pasar por él y si después podían pasar por mi; él me dijo que iban a ir a una noche bohemia, como cuando eran jóvenes, a cenar y echar unas copas con los amigos. Me dijo: «Quiero estar despierto toda la noche con ella y platicar, que tal si duermo y cuando despierte ya no está». Entendí, y pregunté si yo podía ir con ellos o si querían estar solos; y entonces, pasó lo más terrible … desperté.

Quiero volver a dormir y como dice Alex Lora «me quiero escapar de la realidad y de ese sueño nunca despertar. ¡Jamás!».

Mientras lloraba por haber despertado, sentí cuanto la extrañaba e imploré en ese momento que si por favor alguien, una lámpara, un hada madrina, una estrella, Dios… me concede un deseo, eso quiero sin duda… A ella de regreso, a mi mamá. La necesito.

Me gusta llorar por ella, es inevitable y va a ser toda la vida; y lo prefiero, eso me hace saber que aún la recuerdo, que está aquí conmigo. No quiero que llegue el día en que ya no me cause melancolía recordarla, porque entonces habrá llegado mi mayor temor: olvidarla.

Ojalá alguien o algo me conceda un deseo o por lo menos más sueños con ella.

3 comentarios en “Mi deseo para el Día de las Madres”

  1. Siempre la recordarás, Uerita shula, y ella -créelo- siempre está contigo. Pero te entiendo perfectamente, la necesidad de un abrazo, de sentir su calor y su perfume. A mí me sigue pasando con mi papá; a pesar de todos los años que han pasado me sigo sintiendo como ese niño de nueve años que un día se despertó y se dio cuenta de que nunca más lo vería…
    Besos y abrazos, Uerita, con mucho cariño…

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  2. Este es un fragmento de La Sombra del Viento, de Carlos Ruiz-Zafón que siempre recuerdo…
    «Poco después de la guerra civil, un brote de cólera se había llevado a mi madre. La enterramos en Montjuïc el día de mi cuarto cumpleaños. Sólo recuerdo que llovió todo el día y toda la noche, y que cuando le pregunté a mi padre si el cielo lloraba le faltó la voz para responderme. Seis años después, la ausencia de mi madre era para mí todavía un espejismo, un silencio a gritos que aún no había aprendido a acallar con palabras. Mi padre y yo vivíamos en un pequeño piso de la calle Santa Ana, junto a la plaza de la iglesia. El piso estaba situado justo encima de la librería especializada en ediciones de coleccionista y libros usados heredada de mi abuelo, un bazar encantado que mi padre confiaba en que algún día pasaría a mis manos. Me crié entre libros, haciendo amigos invisibles en páginas que se deshacían en polvo y cuyo olor aún conservo en las manos. De niño aprendí a conciliar el sueño mientras le explicaba a mi madre en la penumbra de mi habitación las incidencias de la jornada, mis andanzas en el colegio, lo que había aprendido aquel día… No podía oír su voz o sentir su tacto, pero su luz y su calor ardían en cada rincón de aquella casa y yo, con la fe de los que todavía pueden contar sus años con los dedos
    de las manos, creía que si cerraba los ojos y le hablaba, ella podría oírme desde donde estuviese. A veces, mi padre me escuchaba desde el comedor y lloraba a escondidas.
    Recuerdo que aquel alba de junio me desperté gritando. El corazón me batía en el pecho como si el alma quisiera abrirse camino y echar a correr escaleras abajo. Mi padre acudió azorado a mi habitación y me sostuvo en sus brazos, intentando calmarme.
    —No puedo acordarme de su cara. No puedo acordarme de la cara de
    mamá —murmuré sin aliento.
    Mi padre me abrazó con fuerza.
    —No te preocupes, Daniel. Yo me acordaré por los dos.
    Nos miramos en la penumbra, buscando palabras que no existían. «…

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    1. Dios mío! Lo acabo de leer. Ya ahora que se acerca el día de muertos y que le voy a poner su altar, van a ser 6 años como dice lo que me escribiste y espero jamás olvidar ni su rostro ni nada; por eso prefiero seguir llorando y lo disfruto, porque si lloro siento que la sigo recordando. Qué miedo olvidarla! Gracias Quique!

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